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DECIR O NO DECIR, ESA ES LA CUESTION

Por Ezequiel Castañeda Nevárez



Fue durante la primera mitad de los años ochenta cuando inicie la aventura de escribir en medios impresos. El mío, lo confieso, fue un gran atrevimiento, porque fui invitado para escribir y acepté, en el mejor semanario veracruzano: Punto y Aparte, dirigido por el maestro de la pluma y premio nacional de periodismo, Floylan Flores Cancela. Las mejores colaboraciones podían leerse en esa afamada publicación como hasta la fecha. La sola columna de Froylan ha justificado siempre la búsqueda semanal del periódico. En aquel entonces, como ahora, mi falta de cultura general era notoria, pero se acentuaba por la inexperiencia de mis veintitantos años. Un día, cuando se acercaba el cierre de la edición, entré muy contento con hoja en mano para entregar al Director la colaboración semanal. Don Froylan vio el papel unos segundos y de inmediato me preguntó qué era eso, mi colaboración –le dije, un poco apenado- No. Me refiero al contenido -me precisó- para luego darme la más grande lección sobre periodismo que jamás he recibido. Cuando uno no tiene nada que decir, me dijo, uno no debe decir nada. Aquí no veo que digas absolutamente nada, Ezequiel. Para empezar –continuó diciendo- eso que anotas, no es una canción de José José, es un soneto de Renato Leduc; y en todo lo demás, no encuentro que digas algo en tu extenso escrito. Cuando tengas algo que decir, espero tu colaboración, finalizó el maestro Flores Cancela. Fue la última ocasión que escribí en Punto y Aparte, por pena. Dejé de escribir un tiempo hasta que superé el trance aquel. Desde entonces, cuando no tengo nada que decir, no digo nada. Tenía mucha razón el experto periodista. Con el paso de los años y miles de lecturas, porque soy lee periódicos profesional, puedo darme cuenta cuando algún columnista o articulista no tiene nada que decir pero tiene que presentar su colaboración periódica. Disfruto la lectura como también disfruto el escribir, a pesar de que estoy plenamente conciente de que siempre se corre el riesgo de que alguien lea lo que uno escribe, además de mi madre, que por amor maternal me hace que le lea mis ocurrencias.


El silencio de algunos meses es justificado: tal vez no he tenido nada que decir en este tiempo o de plano no lo he querido decir, no lo se.


Decir o no decir algo, esa es la cuestión. Creo que de vez en cuando vale la pena hacer un alto en el camino aun cuando uno tenga mucho que decir. Creo que siempre es bueno explorar rutas diferentes; con mayor razón cuando los compromisos principales de la vida como lo son los hijos se han cumplido y pasa uno a la etapa de los lujos, como el escribir, como el callar o como el decir o no decir, como en esta ocasión, que no dije absolutamente nada.






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