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TENÍA RAZÓN KALIMAN.

Por Ezequiel Castañeda Nevárez.

Grandes fueron las lecciones que nos dejó en cada capítulo Kalimán, el hombre increíble, a quienes seguíamos sus hazañas día a día por la radio hace ya cuarenta y ocho años, que es la edad que tiene este personaje y que se mantiene vigente a esta fecha. Se trataba desde entonces de un superhéroe enigmático que siempre salía airoso ante cualquier peligro por insalvable que este pareciera, debido a su singular inteligencia, a su astucia deductiva y al conocimiento que tenía de la conducta humana, era un gran criminólogo, sin duda. “Los delincuentes siempre se traicionan entre sí. -afirmaba- Una vez que han despojado a su víctima, siempre se disputan el botín sin el menor escrúpulo y terminan destruyéndose unos a otros. El bien siempre triunfa sobre el mal de alguna manera, solo hay que esperar pacientemente. Los malos se destruyen entre ellos, mi pequeño Solín”.

Con esa visión de la vida y con otras virtudes, Kalimán no necesitaba utilizar la fuerza ni las armas para vencer a sus más variados enemigos, ni para ponerse a salvo de todos los peligros que corría en los lugares exóticos e inhóspitos por donde andaba combatiendo el mal. Invariablemente sabía lo que iba a suceder y siempre hacía lo correcto, por eso era el hombre increíble.

Compartíamos todos los chamacos de la vecindad del Barrio de la Fausto Vega la admiración por Kalimán porque no se trataba de un héroe cualquiera; era un custodio del bien y de la justicia que utilizaba sus mejores armas: una mente privilegiada y  amplios conocimientos paranormales y sobre cualquier otro tema como las reacciones humanas y la delincuencia. No conocía el hombre increíble a Yunes ni a la Gordillo, ni a López Obrador ni a Juanito, ni a Hebrard, ni a Madrazo, ni a Espino, ni a Muñozledo, ni a los chuchos, ni a muchos otros políticos de esos que hacen alianzas y luego las deshacen, que se juran lealtad eterna y enseguida lo olvidan, como ocurre con los millares de seres ajenos a la política que también se disputan el poder y el dinero porque se trata de las pasiones humanas, por eso las tesis del superhéroe sobre la conducta delincuencial siguen vigentes en nuestros días, solo basta ver las noticias del día para comprobarlo. Malosos que caminaron juntos mientras les convino, delinquiendo y agraviando a quienes podían  y tarde o temprano terminaron del moco dándose hasta con la cubeta como ocurre en la competencia política  ¡Cuánta razón tenía el criminólogo Kalimán!

Kalimán no existe, me decía con seguridad mi hermano Jesús con quien tengo vivencias y coincidencias desde hace más de medio siglo; cuando nací él apenas tenía once meses de edad, así que compartimos pañales, crecimiento, juegos, sueños, fantasías, anhelos y, desde luego, la formación que nos dieron Doña Chelo y Don Pilo, nuestros progenitores.  Juntos, mi hermano y yo, fuimos conociendo la vida y descubriendo y descifrando sus misterios, lo que no sabía él se lo informaba yo y viceversa. Y así conocimos juntos la vida y sus sorpresas. “Donde haya una injusticia que reparar –acompañábamos al promocional de la radio- o la emoción de una aventura, o la belleza de una mujer… Allí está Kalimán”. yo afirmaba que sí existía el héroe porque escuchaba el anuncio del reparto que decía que en el papel de Kalimán se presentaba el propio Kalimán y no Luis Manuel Pelayo, que era quien prestaba su voz al personaje. Grandes lecciones nos dejó el hombre del turbante de reciedumbre física y moral que se complementaron con lo que ya conocíamos, dicho por el salmista: “No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados…” La traición es un ingrediente inherente a los malos. Tenía razón Kalimán.







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