DERECHOS HUMANOS EN LOS PENALES.
Por Ezequiel Castañeda Nevárez.
No es producto de la casualidad el que el sistema penitenciario veracruzano haya resultado en este año, en el diagnóstico nacional que realiza la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, como el segundo mejor en el país, solo superado, por unas décimas, por el del estado de Puebla. 87 visitas de supervisores de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, a cargo de Noemí Quirasco Hernández dieron cuenta de notorios avances que se tuvieron en esta materia en los últimos dos años y que le dan a Veracruz, en esta ocasión, tan significativa ubicación en la clasificación nacional.
El intenso trabajo de revisión, de orientación, gestión y defensa de los derechos humanos que la titular de este organismo realizó en los centros penitenciarios de la entidad y el trabajo ordenado por el gobernador Fidel Herrera a la Dirección General de Prevención y Readaptación Social, permitieron que esta coordinación institucional se reflejara en un histórico avance en los derechos fundamentales de las personas en reclusión como no había ocurrido en la historia penitenciaria de la entidad y que constataron los enviados de la CNDH. No solo eso, sino que no encontramos ninguna recomendación a los centros penitenciarios de la entidad por parte de la CEDH en este mismo período, a diferencia de otras instituciones, que tuvieron más de alguna.
Situación jurídica, estancia digna y segura, cocina, comedores, alimentación, integridad física y moral, desarrollo de actividades educativas y productivas, visita conyugal, convivencia familiar, mantenimiento del orden y aplicación de medidas disciplinarias, así como el tratamiento a grupos especiales como adultos mayores, discapacitados, adictos, enfermos mentales, homosexuales, indígenas o personas con alguna infección o enfermedad significativa, son los aspectos que los supervisores de la Comisión Nacional vieron en los 22 centros de readaptación del estado, encontrando que al menos once penales de la entidad, por su mejoría del último año, han sido considerados en los primeros treinta lugares de los 251 visitados en el país por el organismo defensor.
Hay que considerar que todo sistema penitenciario, de cualquier parte del mundo es, por su naturaleza, altamente cuestionable, al tratarse prácticamente de los renglones torcidos del ser humano en todas sus manifestaciones y en donde se dan cita todo tipo de pasiones y conductas antisociales, más allá de las causas que provocan este fenómeno; pretender que todo está bien en cada cereso y que nada hay que mejorar en el sistema penitenciario es ingenuo; verlo así no puede ser más que por incapacidad de percepción de quien así lo considere, porque se trata de una población en donde la mayoría de los internos han sido encontrados responsables de alguna conducta sancionada por la ley, con algunas excepciones, por supuesto; de tal manera que es natural que se pierda de vista la línea divisoria entre la aplicación del reglamento y la falta a los derechos humanos fundamentales porque esta es apenas perceptible y a causa de esto con mucha facilidad puede caerse en excesos y equivocaciones en la aplicación del reglamento.
El tratamiento de las personas que se encuentran a disposición del Ejecutivo para el cumplimiento de su sanción no es cosa fácil, viene siendo trabajo especializado que requiere temple, conocimiento de la materia, experiencia y capacidad profesional, porque la intervención de grupos delictivos de dentro y de afuera, de abogados sin moral ni ética, de malos servidores públicos y hasta de los propios internos y sus familiares, dificulta enormemente la labor institucional muchas veces esta intervención da al traste con los buenos programas de readaptación y hasta con todo el sistema penitenciario; por eso es de entenderse la mala imagen que se tiene en el exterior que señala a estos centros como escuelas del crimen que perfecciona la mala conducta de quienes pasan por ellos.
Por todo lo anterior, el éxito en la materia consiste en mantener los niveles negativos lo más bajo posible, porque pretender que puede ser erradicado el mal comportamiento de internos, funcionarios abogados y familiares solo por mandato de ley es utópico, porque no se trata únicamente de sancionar conductas indebidas; se trata de una ardua tarea cotidiana que requiere de atención continua, de capacidad profesional, experiencia en la materia; de sensibilidad social y, sobre todo, de mano firme que no conculque derechos de los internos, lo que se antoja sumamente difícil, pero no imposible como ya lo vimos en este año que se califica y que da a Veracruz un impresionante brinco del décimo segundo al segundo lugar nacional. Mantener esta calificación o mejorarla para el próximo año, esa si que es la cuestión.