La sensibilidad social, la honestidad intelectual, la congruencia, la capacitación continua, la disciplina en el trabajo, la dedicación, son solo algunas de las elementales prendas del cúmulo que debe distinguir invariablemente a todo aquel que se ostente como hombre político o a quien pretenda dedicarse a este noble oficio de servir a los demás; a todos, pero, principalmente, a quienes se dedican a la política retribuidos por ello con recursos públicos, como es el caso de quienes dirigen a los partidos políticos o de quienes ejercen el poder público. Más claramente, para no darle vueltas a lo que no tiene vueltas, como diría el filósofo Yayo Gutiérrez, en México, todos los gobernantes y políticos somos servidores públicos y como tales estamos obligados a servir con eficiencia, eficacia, honradez y, sobre todo, con humildad. No hay para donde hacernos.
No resulta fácil que en el terreno de la actividad política quepa la humildad como actitud inherente al oficio porque invariablemente se relaciona esta con el ejercicio del poder y como ya se sabe el poder corrompe, por eso, el poder absoluto corrompe absolutamente y no es raro que las personas sucumban ante la delicia del poder y lo que trae consigo; de allí que la menos imperfecta de las formas de gobierno sea la democracia, porque en esta se encuentran los equilibrios que disminuyen la posibilidad de los excesos y arbitrariedades que distinguen al absolutismo y a todos los gobiernos tiránicos y dictatoriales.
Ser humilde no solo significa alejarse de la soberbia, la altanería o la arrogancia; la humildad es acato, es sujeción, atención, obediencia, observancia, docilidad y, en el caso de los políticos, de los líderes sociales, es servicio y a la vez ejemplo a seguir, por esta razón los dirigentes de los partidos políticos deben ser ejemplo de sus correligionarios en conducta personal y en todos sus actos. El dar testimonio de humildad, en la política, es una obligación ineludible porque, como lo afirmó el Papa Paulo VI en su Evangelio nun tiandi 41, “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan o, si escuchan a los que enseñan, es porque estos dan testimonio”. En el mismo tenor, tenemos que en los tiempos del patriarca Moisés, los fariseos se hacían llamar “Rabbí” porque enseñaban la Ley mosaica y eso implicaba la separación física y de actitud del resto de los hebreos para una mejor preparación, lo que les llevó finalmente a la soberbia ya que no cualquiera era maestro, por eso se llegaron ellos mismos a considerar como casta divina; sin embargo, el propio Jesús puso las cosas en su lugar al dejar en claro qué El era y es el único maestro y guía y que en todos los demás casos la norma debe ser la humildad; por eso afirmó contundente: “El que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado”.
Todo lo anterior nos lleva a pensar que no tiene razón alguna el Diputado panista Victor Alejandro Vázquez Cuevas, Presidente Estatal del Partido Acción Nacional, cuando se muestra notoriamente soberbio aun ante una realidad que todos los demás vemos con absoluta claridad y que indica que las condiciones políticas que le llevaron a la cúspide en el escenario político local, han desaparecido; que la ciudadanía, a la luz de los resultados obtenidos por los gobiernos panistas como el de Fox, decidió dar una nueva oportunidad al PRI y, en Veracruz, más bien, a la fidelidad, merced a los resultados de buen gobierno y al trabajo desplegado por Fidel Herrera Beltrán en todo el territorio veracruzano; por eso los resultados electorales pasados fueron a favor del PRI. Los electores veracruzanos decidieron con su voto que la fidelidad, que ya está instalada en Palacio de Gobierno, debe actuar en el Congreso Local como mayoría y que la oposición, como lo son los legisladores del PAN y de otras fuerzas políticas importantes, deben también asumir su papel de contrapeso coadyuvante, no de opositor a ultranza, sin sentido y sin razón, deben ser parte del equilibrio de fuerzas y del imperio de la política. Tampoco ven bien los ciudadanos veracruzanos que en un arranque de soberbia que en muchos panistas parece ser actitud natural distintiva, “El Pipo” se niegue a contestar una atenta llamada telefónica del titular del Poder Ejecutivo y que este diga con grosera petulancia que hará un espacio en su agenda para atender a Fidel Herrera, que es el Gobernador del Estado; o que este puede acudir a su cubículo en el Congreso cuando lo desee y que le dará audiencia. No, este señor debe entender que dirige un Partido político y que sus percepciones económicas que le dan el Congreso y la tesorería de su Partido, son recursos que todos los veracruzanos pagamos, para que los servidores públicos como el Señor Gobernador y como él, nos sirvan atendiendo con diligencia y humildad sus respectivos encargos más allá de enconos personales y aun de formación moral o intelectual y hasta religiosa.
Deben entender todos los políticos, no sólo el señor Vázquez Cuevas, que su actividad principal es la política y que como tal debe atender y privilegiar la negociación, la tolerancia, la conciliación, y tenerlas como herramientas elementales de su diario actuar; quienes no lo entienden así, no resultan ser aptos para el noble oficio de la política por lo que mas valdría que fueran dedicándose a otra actividad. Deben enterarse también todos los políticos que los ojos ciudadanos están sobre ellos aunque no se note en ocasiones y que de todo tomamos nota los electores, por eso los resultados adversos al PAN.
Poco se puede esperar de la dirigencia del PAN en Veracruz si su principal dirigente decide seguir los pasos y el ejemplo de Manuel Espino, antítesis de lo que debe ser un político; y poco podremos avanzar en civilidad si continúan pateando puertas y lanzando improperios y vulgaridades cuando en el Ejecutivo hay plena disposición al dialogo y a la coordinación política en lugar de atender razones. Claro, esto no es posible cuando en el diccionario de los dirigentes panistas no existe la palabra humildad. Esa es la cuestión. (eze_cas@hotmail.com)